¨El malestar en la cultura¨ y “El porvenir de una ilusión”
Sigmund Freud
Hola nuevamente a todos y a todas! En la clase de hoy vamos a continuar trabajando las ideas centrales que desarrolla Freud, tanto en ¨El malestar en la cultura¨ como en ¨El porvenir de una ilusión¨.
Tratando de hacer un breve repaso de lo escrito en la clase anterior, consideramos central recordar las siguiente ideas:
- Cultura como homónimo de civilización.
- Cultura como toda producción humana.
- Cultura como lo opuesto a lo natural / naturaleza.
- Cultura como elemento central para elevarnos de nuestra propia animalidad.
- Cultura como instancia represora de pulsiones básicas, de deseos profundos y/o cotidianos.
- Cultura como dimensión que hace posible la convivencia.
La idea de cultura en el pensamiento de Freud,tiene para nuestro gusto dos cuestiones que debemos aclarar y con las que no acordamos: una es que refiere al “hombre” en términos génericos machirulos de humanidad diciendo que cultura es “todo lo que hace el hombre que lo diferencia de su estado de animalidad”, y la otra es que utiliza el binomio cultura/civilización de forma indistinta, casi como con un sesgo sarmientino; y cuando opone cultura/naturaleza lo hace desde este mismo sentido.
Ahora bien, después de este breve “el que avisa no traiciona”, es muy importante que tengan en cuenta que en el mismo momento que la cultura reprime genera malestar; toda represión implica renunciamiento y frustración, de ahí la idea del malestar.
No nos bancamos la cultura, no soportamos tener que renunciar a deseos, surge entonces la pregunta: ¿por qué se soporta? ¿Por qué se tolera? Ello es posible por la irrupción de la ilusión. Toda vez que me reprimo de algo lo sufro, pero mágicamente aparece algo que compensa, la ilusión.
Recurrimos a un ejemplo muy cotidiano que aparecía señalado en la clase anterior: a nadie le gusta levantarse temprano cuando suena el despertador, da bronca, fastidia ya que el deseo es seguir durmiendo (obvio que genera malestar), no obstante ello la mayoría de las veces (por no decir todas) uno se levanta y ello es posible porque irrumpe la ilusión. Me levanto para no faltar y ser considerado un buen empleado, sentirme responsable, proyectar que a fin de mes voy a cobrar el sueldo completo, creer que cuando exista la posibilidad de un ascenso voy a ser tenido en cuenta, etc, etc. Todo lo anterior es solo una serie de especulaciones posibles, que ponemos como ejemplo para entender en este hecho menor de la vida cotidiana cómo aparece el malestar que me genera la cultura (levantarse sin ganas) y toda la batería de ilusiones que hacen posible que me termine levantando.
Si estuviésemos en el aula, podríamos estar dando muchísimos ejemplos más; no obstante ello, planteamos otro ejemplo bien cercano en la vida de ustedes: cada vez que deben enfrentar un examen parcial, y mucho más si es un final, es inevitable sentir nervios, presión, muchas veces no comer bien, no dormir bien, inclusive es común ciertas descomposturas, etc.; es decir, aparece el malestar. Y sin embargo, más allá de todo esto, se presentan y rinden gracias a la ilusión, ya sea de terminar la cursada, de recibirse, el sueño del título, el reconocimiento de los seres queridos, obtener una beca, etc. Esta ilusión no es verdadera ni falsa, funciona como motor. Si me quedo en casa, no contagio, me cuido, cuido a otros, debo restringir mi libertad para liberarme del virus, para que todo pase, para volver a levantarnos temprano para hacer todo lo que dijimos antes. No es la ilusión en términos de anhelo, si no en términos de deseo, el deseo que por alcanzarlo se corre y me lleva aun más allá, la acción compensatoria de la ilusión es causal: hago esto para esto otro…y asi infinitamente…
Ahora bien, volvamos a la idea de este “ser despojado de la cultura”, separado de la cultura, que es pura pulsión , que se encuentra solo frente a la naturaleza, a la manera de aquel Robinson Crusoe y está claro (por lo menos desde los textos que venimos trabajando), que solo frente a la inmensidad de la naturaleza el hombre no puede, y es allí donde irrumpen los miedos existenciales. Freud, se refiere a tres miedos básicos:
- Miedo a la naturaleza (Catástrofes naturales, virus, desequilibrios climáticos)
- Miedo a la degradación, a las enfermedades (virus), al dolor (nosotros incorporamos el miedo a la vejez)
- Miedo a la muerte (el conteo de muertos por el COVID19 en la TV, ¿no los intimida?)
Frente a estos miedos que no pueden manejarse, aparece la cultura, y lo hace básicamente como forma de conocimiento, que de alguna manera permite bancarse la angustia de las cosas que existen, pero que no se dominan.
Para que se entienda: el hombre no se banca los riesgos, los designios de la naturaleza, no tolera el dolor, la enfermedad, la degradación, la vejez y muchísimo menos la muerte (sin ir más lejos, en los actuales tiempos de coronavirus, todos estos miedos inconscientes aparecen juntos potenciando los temores y miedos conscientes).
Todo esto genera mucho temor, mucha angustia, mucho miedo; en especial siendo la muerte la única certeza que se tiene como humanos. En relación a esta última lo que podemos decir es que constituye una dimensión difícil de asumir, ya que todos sabemos que nos vamos a morir, todos en algún momento de nuestras vidas debemos asumir la idea de finitud, de terminalidad, inclusive hasta que nos llegue la propia, la muerte de los demás anticipa la nuestra. La muerte es la única certeza que tenemos y esto es terrible, sumado además a que no sabemos ni cuándo ni dónde nos va sorprender. Alejandro Dolina, dice: ¨La muerte es una calle que alguna vez hará esquina con nosotros¨.
Los temores básicos y la certeza de la muerte, representan un cóctel fantástico de angustia individual y colectiva, y es aquí donde juega un papel decisivo y fundamental la cultura. A partir de un montón de situaciones, pero fundamentalmente ante la muerte, donde la cultura viene a paliar y compensar todo dolor, sufrimiento o angustia posibles. Y dentro de los marcos de la cultura, el discurso religioso emerge como un dispositivo compensador y reparador. Consideramos que en este caso puntual que nos toca vivir frente a la pandemia, el discurso de la ciencia podría ocupar este lugar en las sociedades modernas. De hecho, lo que sostiene gran parte de nuestras acciones cotidianas o nuestros “cambios de hábitos” en relación a la higiene, tiene que ver con las coordenadas que según la ciencia médica, debemos cumplir para evitar el contagio. Si bien Freud trabaja sobre la religión como generadora de ilusión, desde la cátedra planteamos el interrogante del lugar de la ciencia, el discurso científico, no como una verdad absoluta, sino como un discurso más en el entramado social que también está determinado por factores ideológicos.
Pero volviendo a lo que plantea el autor, queremos que se entienda lo importante de la religión como mecanismo compensador, ya que genera siempre ilusiones que reparan, que alivian, que suavizan y acarician el alma. Ante la muerte se suele escuchar “ Dios así lo quiso, ahora está en paz, está en manos de Dios”, descontando que desde la religión católica hemos naturalizado la idea de una vida después de la muerte, que además es mucho más confortable y placentera que la terrenal. ¿Nunca les llamó la atención por qué ninguna religión plantea la muerte como punto final? Sería como una contradicción, una falla ideológica.
En el siguiente extracto de “El lado oscuro del corazón”, de Eliseo Subiela (película vieja de los ´90), La Muerte le explica a Oliverio cómo funciona el mecanismo de ilusión, de una manera muy poética, como toda la película.
Si seguimos pensando a la religión como un entramado discursivo central y distintivo de la cultura que irrumpe como ilusión frente a la finitud, frente al miedo y angustia de la muerte; también podemos apreciar su misión para:
- Desterrar los terrores de la naturaleza.
- Reconciliarnos con la crueldad del destino.
- Resarcir las penas y privaciones que la convivencia cultural impone.
- Dar respuesta a todo aquello que no puede explicarse.
- Otorgar providencia divina bondadosa frente a los peligros de la vida.
- Proveer un orden ético del universo frente a la deuda de justicia.
- Prolongar la existencia más allá de la muerte.
Chicas y chicos, Freud dice que las representaciones religiosas no son decantaciones de la experiencia, ni resultados finales del pensar, son ILUSIONES, cumplimientos de deseos antiguos, intensos y urgentes de la humanidad.
Por último insistimos que cuando hablamos de ILUSIÓN, no estamos hablando de algo erróneo, algo falso o algo verdadero. La ilusión es siempre nebulosa, la ilusión es ideología, es una visión de mundo y por lo tanto se constituye en hegemónica.
Finalmente, para despedirnos hasta la próxima, y como reflexión (al mismo tiempo que homenaje y concientización), les dejamos tres videos. Que los disfruten!!!